jueves, 15 de marzo de 2012

Compañeros en el adiós

No había nada que hacer, me dijeron. Era sólo cuestión de tiempo que al mano de Dios se extendiera para coger la pequeña chispa de vida que quedaba en mi deteriorado cuerpo. Me pasaba cada día acostado en el mismo sitio mirando la pared....esperando a Patty.  Ella llegaba a las tres de la tarde, a leerme, cogerme la mano, secarme la frente y decirme bondadosas palabras tranquilizadoras. Se marchaba a las seis. Cada tarde yo tenía que simular que estaba bien para que ella se marchara, y después trataba de imaginar por qué me seguían sirviendo la cena, lo cual me parecía desperdiciar la comida.
Patty sabía que me estaba muriendo, y sin embargo sus ojos brillaban de esperanza , y sus palabras eran siempre alegres. Incluso en medio de mis momentos más dolorosos ella sonreía y me hacía un guiño, ese guiño especial que quería decir: "Deja de compadecerte a ti mismo y elevarte a mi nivel para encontrarte conmigo". Lo curioso es que eso hacía yo, cada vez. No era difícil hacerlo cuando tenía delante  a ese ser humano vibrante, que se preocupaba de mis últimos días, como si fueran importantes. Yo les tenía miedo a las visitas de mis familiares, al incómodo silencio, los ojos bajos y la pena que irradiaban cada vez que venían a visitarme. Me resultaba insoportable. Patty era diferente.
No era una enfermera titulada, ni siquiera una de esas asistentes que van a clases para aprender a auxiliar a los enfermos terminales. Era simplemente una voluntaria, pero una voluntaria que había decidido pasar cada tarde de su vida con un libro en la mano, leyendo para los enfermos.
Le encantaban los libros, y recuerdo haberla estado mirando durante horas,al  parecer sin pestañear mientras leía.Leía de un modo muy expresivo todas las historias que me gustaba escuchar. A veces lloraba o reía para ilustrar mejor la historia.Con mucha frecuencia levantaba la vista para ver si seguía escuchándola o si necesitaba algo. Yo jamás necesitaba nada. Su presencia bastaba para espantar el dolor, y el miedo se marchaba a un escondite especial durante los momentos en que ella estaba sentada junto a mi cama.
La mañanas eran lo peor. Nuevamente me traían comida, con gran disgusto por mi parte. ¿Para qué molestarse? A veces sentía el cuerpo como si alguien lo estuviera devorando por dentro, con todo el dolor que acompañaba a esa visión. A veces rogaba que me liberaran de lo que sabía que  estaba llegando. Oraba a quienquiera que me escuchara,clamando que estaba cansado de todos ésos problemas y gastos...Entonces aprecia Patty y todo cambia. Jamás hablamos de mi inminente muerte. Me trataba como si en cualquier momento fuera a levantarme y salir corriendo a participar en la siguiente prueba de atletismo. Jamás vi en ellas la lastima que en tanta frecuencia veía en los ojos de todas las personas que entraban en la habitación.Sabía los nombres de sus hijos y de su marido, e incluso una vez los conocí a todos. ¡Qué familia! A ninguno parecía importarle estar en presencia de una persona moribunda, como si todos hubieran hecho un curso de ángeles o algo así. Patty me contó el secreto después, y esa fue la única vez que hablo de su espiritualidad  algo que tuviera que ver con Dios.
Me dijo que todos los seres humanos tenemos un camino que Dios conoce, que en cierto modo yo estaba exactamente donde había acordado estar, y que en todo eso había honor por algún motivo. Yo me eché a reír y miré a mi alrededor, vi la cuña, mi bolsa a medio llenar de orina y los tubos conectados a mis muñecas. Los ojos se me habían ido enrojeciendo más cada día y la piel se me había vuelto cenicienta.
-Honor, ¿eh?- dije,haciendo un gesto con la mano entubada.
 Los dos nos echamos a reír, pero Patty continuó. Me dijo que ella y su familia creían que yo había elegido algo especial para hacer en el planeta y que mi situación era de un modo u otro apropiada en el plan de amor de Dios. Yo no entendí nada, pero de todas formas me consoló. Horas después pensé muchísimo en lo que me había dicho.
Ocurrió lo inevitable y recibí respuesta a la petición que más había rogado. Le había pedido a Dios (a quien jamás había hablado antes de caer enfermo) que me permitiera marcharme  en presencia de mi ángel Patty, y conseguí mi deseo.
Fue mucho más fácil de lo que había imaginado, esto de morir, Patty estaba empezando a leer mi parte favorita de El señor de los anillos cuando se me paró el corazón. Hubo un momento de temor ald arme cuenta de lo que estaba sucediendo y Patty dejó de leer como si yo le hubiera enviado un mensaje mental o algo así. Me miró de una manera como nunca lo había hecho hasta ese momento, y entonces comprendí que ellas había visto eso antes.  Un tenue destello de sus ojos me dijo "Ve en paz a los brazos de Dios". Me colocó la mano en el pecho, nos miramos en silencio y se hizo la oscuridad que duró uno dos instantes.
¡Había una tremenda luz! ¡Yo era libre! Sentí un inmenso alivio de dolor y comencé a flotar por encima de mi cuerpo mientras observaba toda la habitación. Vi mi cuerpo cansado y frágil todavía echado en la cama, y la mano de Patty aún sobre mi pecho. Ella cerró lentamente el libro y permaneció inmóvil. Sólo entonces lloró un poco, pero eran lágrimas de alegría por mi liberad.... y su rostro parecía lleno de respeto por mi vida. ¡Y yo lo estaba viendo todo!.
Mientras me alejaba flotando suavemente, vi sus alas astrales y comprendí que así como yo había honrado a la tierra con mi muerte, Patty honraba a la tierra con sus servicio angélico. Su cuerpo resplandecía liberalmente debido a quién era ella, como si hubiera un arco iris, alrededor de su cabeza. Mi ángel era de verdad un ángel, o al menos un ángel terrenal. Cuando comenzó a desvanecerse la habitación, me di cuenta de que no le había dicho cuánto agradecía sus horas de servicio y dedicación haciendo soportable mi muerte. Me invadió la gratitud hacia ella, pero tal vez demasiado tarde. ¿Sabría lo agradecido que estaba por el consuelo que me había brindado?Me embargo la emoción al pensar que el ser humano que me había ayudado más en toda la vida nunca me había oído decirle que estaba agradecido. Entonces vi a los demás a mi alrededor y lo comprendí todo. Estaba tranquilo. Ella lo sabía. No me pregunten cómo, pero Patty lo sabía. Sabía lo agradecido que estaba yo en el momento en que me marchaba. La vi levantar la mano abierta y elevar la cara hacia mi, como si en realidad pudiera verme. ¿Era un gesto de despedida? Esa escena surrealista estaba comenzando a desvanecerse y mi nuevo entorno empezaba a cobrar forma. Era hora de marcharme.
Patty permaneció un momento sentada en silencio junto al cuerpo, con la mano y la cara levantada hacia arriba. Ya había estado allí antes y había hecho lo mismo. Sintió cómo la esencia de la vida abandonaba a su amigo en la cama, y luego esperó un momento lo que siempre venía a continuación. Se sentía inundada de un torrente celestial de amor. La habitación estaba llena de sentimiento, tan denso que parecía un banco de acogedora niebla que vibraba con la gratitud de multitudes por lo que había hecho. Por eso rara vez lloraba con pena en esos momentos, porque, ¿cómo se puede sentir pena en un acontecimiento tan honroso? Llorar la perdida vendría después, pero por el momento Patty se quedó sentada en el lugar de honor durante un rato y celebró la vida de un hombre al que había ayudado. Nadie entró, y estuvo sola para sentir el amor, la gratitud y el reconocimiento de todas las entidades celestiales del tesoro de Dios que se había reunido para imponerle las manos. Comprendió lo que estaba sucediendo y permaneció tranquila y serena mientras recibía sus regalos de gratitud.
Sintiéndose renovad,s e levanto con lentitud y cubrió suavemente la cabeza de su amigo con la sábana.Se incorporó y emprendió el camino hacia las oficinas del hospital, donde esa misma noche le dirían el nombre de siguiente paciente terminal, una persona q la que acompañaría para leerle hasta su fin, cuando nuevamente recibiría la unción de gratitud y el increíble torrente de energía amorosa de aquellos seres celestiales responsables de esas cosas. Patty comprendía que acababa de estar lo más cerca posible de Dios que  podía estar un ser humano sobre la tierra, y se alegró de tener la oportunidad de volver a hacerlo.
Este es  un relato de es un acompañameinto a un paciente terminal, me identifico con el ya que al pasar por experiencias parecidas son las mismas sensaciones y sentimientos que acompañan en ese momento exacto del ùltimo capítulo de nuestra vida.
Los que han compartido conmigo esos momentos son mis maestros, ya que participaron conmigo sus esperanzas, flaquezas, preocupaciones, temores, sueños y angustias, y todo ello nos acerca a valorar más cada instante de nuestras vidas.


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