
En la farmacia:
-Por favor, deme este jarabe para el dolor de estómago y los vómitos- dijo el enfermo, poniendo sobre el mostrador una receta del médico.
-Son 15 € – dijo el mancebo al entregarle el frasco.
Al mes siguiente, el mismo paciente acudió a la misma farmacia para pedir el mismo jarabe para aliviar los mismos síntomas. Igual hizo a las pocas semanas y al cabo de unos meses.
En la siguiente ocasión, tan solo verlo entrar, el empleado fue a la rebotica a buscar el frasco y el hombre le dijo:
-¡No!, ya no tengo molestias estomacales, vengo por pasta de dientes. Me gusta tener la dentadura bien blanca desde que sonrío tan a gusto.
-¿Cómo lo ha logrado?- preguntó curioso el vendedor, mirándolo por encima de sus gafas relucientes.
-Al fin aprendí a digerir lo que pasaba en mi vida y las molestias de estómago remitieron. Y es que entendí que cuando el sabio cuerpo no asimila una situación, lo expresa vomitando… y cuando el asimilar es un placer, lo expresa con una gran sonrisa… Por favor, deme esa pasta de dientes.
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