Los secretos familiares deben airearse.
¿Cómo descubrió su propia historia?
Una mañana, a los 38 años, fui a la biblioteca y me llamó la atención un libro rojo, ¿Tengo que amar a mi padre?, de un periodista que no conocía. Había fotografías de una joven que me recordó a mi madre y de una mujer más mayor con el mismo vestido que le había visto a mi abuela.
¿Eran ellas?
Sí, toda la cronología familiar. Fue un shock.
¿Así descubrió quién era su abuelo?
Amond Goeth, comandante de las SS responsable del campo de concentración de Plaszow, alias el Carnicero de Plaszow. Empecé a buscar por Internet, ahí estaba todo y, casualidad, al día siguiente, emitieron un documental sobre mi madre, Herederos.
¿Cómo lo encajó?
Me pasé meses durmiendo, no era capaz de comunicarme. Luego pude ir a un terapeuta que me ayudó a procesarlo. Cuando le conté mi historia el hombre lloró.
Su abuelo era el perverso nazi de La lista de Schindler, la película de Steven Spielberg.
Sí, ¡qué ironía!, recuerdo que vi esa película en Tel Aviv sin saber que aquel hombre que disparaba a los judíos de forma caprichosa desde la ventana de su despacho porque disfrutaba con ello era mi propio abuelo.
Interpretado por Ralph Fiennes.
Torturó, mutiló y asesinó a muchísimos judíos. Era tan cruel y sádico que los sobrevivientes decían que verlo era ver a la muerte. Yo estaba tan furiosa con mi madre por habérmelo ocultado que obvié lo dura que había sido su vida.
Ser hija de ese monstruo no sería fácil.
Al final lo comprendí. A mí me obsesionaba saber si había algo de mi abuelo en mí. Pero lo que más me costó fue entender a mi abuela.
¿Enamorada hasta la médula de Goeth?
Ella era la secretaria de Schindler. Vivió dos años con Goeth en el campo de concentración de Plaszow cerrando los ojos a todo lo que él hacía, y tras su ejecución adoptó su apellido. Mi abuela era para mí una mujer adorable, mi luz, y no me despreciaba por el color de mi piel.
Terrible descubrimiento.
Antes de suicidarse concedió una entrevista y no dijo ninguna palabra de arrepentimiento. Entender esa dicotomía fue muy difícil. Hoy sé que mi abuelo me hubiera matado por negra y ella no lo hubiera impedido.
Mi abuelo fue juzgado y colgado, pero mi abuela no sufrió ningún proceso y eso también me costó asimilarlo, porque convivir con ese mal y mirar hacia otro lado es una acción criminal.
¿Qué ha entendido?
Que la vergüenza y la culpabilidad son sentimientos muy tóxicos que afectan a todos tus actos y toda tu vida. Los secretos familiares deben airearse, por eso decidí contarlo y hablarlo con mis hijos. Sólo pude empezar mi auténtica vida, tener una identidad, cuando salieron a flote.
¿Incluso esa identidad?
La verdad es liberadora cuando al fin comprendes que la culpa no se hereda.
El monstruo era su abuelo, no usted. ¿Por qué se sentía culpable?
Está en el subconsciente, es irracional.
¿Por qué dedica su vida a contarlo?
Aunque mi historia es muy particular, comparto con mucha gente temas de fondo como las depresiones. Durante 15 años trabajé en publicidad y nunca nadie supo que tenía una profunda depresión, son cosas que escondes.
Una historia así ¿se puede superar?
Sí, he tenido muchos años de estabilidad y amor con mi familia adoptiva y buenos amigos.
Fuente: La Vanguardia. Extracto de una entrevista con Jennifer Teege, conferenciante, nieta del sádico criminal nazi Amon Goeth
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